El Jardín de Infantes Nº 965 de La Plata volvió a ser blanco de la inseguridad. En las primeras horas del viernes, varios autos pertenecientes a docentes que se encontraban en la zona fueron destrozados, con vidrios rotos y daños en la carrocería. El hecho encendió nuevamente las alarmas en la comunidad educativa, que ya suma seis ataques en lo que va del año.
El establecimiento, ubicado en 90 entre 154 y 155, en el barrio de Los Hornos, sufrió además durante la misma semana otros dos episodios de gravedad. Entre lunes y miércoles, desconocidos forzaron una puerta trasera, ingresaron al edificio y se llevaron alimentos destinados a los chicos, como pollo, frutas y verduras, además de ollas y utensilios utilizados en la cocina.
A pesar de que las autoridades del jardín radicaron la denuncia correspondiente en la comisaría de la zona, los docentes aseguran que la respuesta oficial es nula. “Nadie hace nada”, repiten con impotencia frente a una situación que consideran insostenible y que impacta directamente en la vida cotidiana de los niños y sus familias.
El cansancio y la preocupación son crecientes. No solo se trata de daños materiales y pérdidas económicas, sino también del temor que generan los ataques constantes en un espacio educativo que debería ser seguro. La reiteración de hechos delictivos —tres en una sola semana y seis en lo que va del año— refleja un patrón de desprotección que los trabajadores del lugar no dudan en denunciar públicamente.
Docentes y directivos reclaman de manera urgente mayor presencia policial en el barrio y la instalación de una garita de seguridad en el predio. El pedido tiene sustento: en la misma manzana funcionan instituciones de nivel inicial, primario y secundario, lo que significa que cientos de chicos y familias transitan a diario por un entorno que hoy está marcado por la vulnerabilidad y la falta de control estatal.
Mientras tanto, la comunidad educativa intenta sostener la rutina escolar pese al clima de miedo y desconfianza. “Nosotros seguimos, porque los chicos no tienen la culpa, pero necesitamos que nos cuiden”, expresan quienes todos los días deben enfrentarse a la incertidumbre de no saber si encontrarán sus autos dañados, si habrá alimentos para las viandas o si el jardín volverá a ser atacado durante la madrugada.
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