El estado de salud de Miguel Ángel Russo mantiene en vilo a todo Boca. Y también a todo el fútbol argentino. El entrenador de 69 años está internado en su casa de la Capital Federal, con un cuadro de debilidad que le ha impedido dirigir in situ a su equipo en los últimos días, más allá de que tuvo contacto con su cuerpo técnico y futbolistas.
Lucha por mejorar su salud que viene de largo, sí, pero que en este momento complejo está recrudecida por la complejidad de un cuadro que no da lugar al optimismo, en esa realidad que se empezó a presentir en el ambiente del domingo de Bombonera. Allí, la tarde que se coronó con una goleada dedicada especialmente por los protagonistas para Miguel, ya desde la apertura del estadio acercaba rumores sobre un panorama por demás complicado.
Los indicios de la pesadumbre generalizada se pudieron palpar también en los rostros de los protagonistas, además -quedó dicho- de las dedicatorias de su ayudante más próximo (Claudio Úbeda, también quien tomó el mando en su ausencia) y del capitán Leandro Paredes.
“Está delicado”, le confirmaron a este medio desde el club. La realidad de los hechos marca que los últimos días Russo -hasta este complicado cuadro- los pasó en su casa, producto de una decisión personal que su familia respetó: la de evitarle al exjugador y técnico de Estudiantes tener que afrontar continuamente internaciones invasivas.
En las últimas horas, tal como contó Úbeda en la conferencia de prensa posgoleada ante Newell's, Russo fue visitado por los miembros de su cuerpo técnico y también por Juan Román Riquelme.



