La irrupción de otras formas de pago, como billeteras virtuales, planea un nuevo panorama.
La forma en que los argentinos pagan su pasaje en el transporte público está experimentando una revolución. La tradicional tarjeta SUBE, que por años fue la única llave de acceso a colectivos y subtes, ahora comparte espacio con las tarjetas de crédito, débito, prepagas y dispositivos con tecnología contactless (sin contacto).
Esta apertura a los multipagos ha generado una pregunta recurrente: ¿significa esto el comienzo del fin de la SUBE? Analizamos la situación actual y lo que depara el futuro para el sistema de transporte en Argentina.
Desde hace un tiempo, en varias líneas de colectivo y en la red de subtes de Buenos Aires, ya es posible acercar una tarjeta bancaria al validador (similar a como se hace con la SUBE) y pagar el viaje al instante.
El sistema de pagos abiertos impulsado por el gobierno nacional permite utilizar:
Esta modernización, que ya está presente en colectivos y subtes de CABA y AMBA, así como en varias ciudades del interior (Córdoba, Mendoza, Neuquén, Jujuy, entre otras), elimina la necesidad de recargar saldo y agiliza el ascenso de pasajeros.
A pesar de la popularidad y la comodidad de los nuevos métodos, la respuesta inmediata es NO, la tarjeta SUBE no está destinada a desaparecer en el corto o mediano plazo. La razón principal radica en un elemento crucial que los pagos bancarios aún no replican completamente: los beneficios y subsidios sociales.
Actualmente, la SUBE mantiene la exclusividad en la aplicación de dos beneficios fundamentales:
Mientras el sistema de pagos abiertos no incorpore de manera efectiva y masiva la posibilidad de aplicar estos subsidios de forma individual a las tarjetas bancarias, la SUBE sigue siendo esencial para los pasajeros que dependen de estos beneficios para acceder al transporte.
El panorama más probable no es la "muerte" de la SUBE, sino un futuro de convivencia y complementariedad entre los distintos medios de pago.
La tendencia apunta a un sistema de transporte más flexible y moderno, donde el usuario tendrá la libertad de elegir cómo pagar, pero donde la SUBE mantendrá un rol central como vehículo de las políticas sociales y de subsidio del Estado.



