En un ejemplo extremo de que el cuerpo humano puede funcionar como su propio depósito de objetos perdidos, una trabajadora de una fábrica en Shandong ha pasado casi medio año conviviendo con su oreja izquierda situada a escasos centímetros de sus dedos de los pies. El apéndice, que fue arrancado junto con su cuero cabelludo en un accidente con maquinaria pesada, necesitó de un “reposo” en el empeine antes de poder regresar a su ubicación craneal habitual.
El equipo médico que recibió a la mujer determinó que la zona del desgarro original estaba demasiado dañada para una reincorporación inmediata. Ante la falta de vasos sanguíneos sanos en la cabeza, los doctores evaluaron la geografía corporal de la paciente y concluyeron que el pie izquierdo era el ecosistema ideal. Según el informe, la piel fina del empeine y el diámetro de sus vasos sanguíneos ofrecían la infraestructura perfecta para mantener viva la oreja mientras la cabeza se recuperaba.
La mudanza de la oreja al pie no fue un trámite sencillo. Durante 10 horas, un equipo de cirujanos trabajó bajo el microscopio para conectar vasos sanguíneos de apenas $0,2$ a $0,3$ milímetros de grosor, utilizando hilos más delgados que un cabello. El objetivo literal era que el pie alimentara a la oreja; una tarea que al principio pareció incierta, pero que finalmente logró que el órgano recuperara un saludable color rosa, confirmando que la extremidad inferior es una excelente nodriza.
Durante los siguientes cinco meses, la vida de la mujer se vio regida por una nueva rutina: caminar lo suficientemente rápido para promover la circulación, pero no tanto como para poner en riesgo la integridad de su nuevo accesorio podal. Durante este periodo, la paciente solo utilizó calzado holgado, asegurándose de que nada presionara el órgano que, técnicamente, seguía esperando su turno para volver a escuchar el mundo desde las alturas.
En octubre, tras cinco meses de espera y mientras la piel trasplantada en su cabeza terminaba de sanar, los cirujanos procedieron a la devolución del apéndice. La tarea fue descrita como un rompecabezas de nervios deformados y tejidos retorcidos. Los médicos tuvieron que diseccionar la zona capa por capa para encontrar conexiones viables que permitieran que la oreja volviera a su puesto original.
Finalmente, la oreja izquierda ha regresado a su lugar. El caso deja una lección de pragmatismo médico: cuando el rostro no está en condiciones de sostener sus propias piezas, el pie siempre estará dispuesto a llevar la carga, literalmente. La paciente ahora puede presumir de tener la única oreja en el mundo con experiencia previa en caminatas de media distancia y conocimientos de primera mano sobre la calidad de los calcetines de Shandong.



